sábado, 6 de agosto de 2011

¡JERUSALÉN, JERUSALÉN!

¡Qué alegría cuando me dijeron,
vamos a la casa del Señor!

(Salmo 122, 1)

El Sábado era el día de viajar, después de apenas haber dormido en las dos noches anteriores, por los puros nervios y pese a tener que trabajar y todo, me dieron las vacaciones el mismo viernes, me quedé dormido inmediatamente en el autobús mega-supra de ALSA que nos llevaba a la Terminal 4 de Barajas… Aunque poco antes de llegar a Despeñaperros me desperté… Todo estaba sumamente oscuro y en cierto modo aquella oscuridad me sobrecogió… Estoy acostumbrado a viajar de noche y en autobús, quizás me desperté desorientado, el caso es que me sobrecogió aquella oscuridad, que reinaba tanto dentro como fuera del autobús, no se veía nada del paisaje… y entonces me acordé de una canción, que es de San Juan de la Cruz, aunque yo le he cantado según música de las comunidades del hermano Roger de Taizé:

De noche iremos de noche,
de noche iremos de noche,
para encontrar la fuente,
sólo la sed nos alumbra.

No era, ciertamente, un mal pensamiento para iniciar el viaje, así que, canturreando mentalmente la cancioncilla mencionada, ahora sí, pude dormirme y descansar un poco… Luego vendría el viaje en avión a Tel-Aviv, llegar al hotel, empezar a conocer a la gente… pero con todo, aún no estaba en el viaje, todo había transcurrido muy deprisa, en un día muy cansado, de mucho correr por estaciones y aeropuertos…

Con todo, al avistar Jerusalén desde el autobús no hemos podido evitar cantar, todos los peregrinos, el Salmo de peregrinación por excelencia del pueblo de Israel:

¡Qué alegría, cuando me dijeron,
vamos a la Casa del Señor,
ya están pisando nuestros pies
tus umbrales Jerusalén!

Jerusalén está fundada,
como ciudad bien compacta,
allá suben las tribus,
las tribus del Señor.

(Salmo 122, 1-4)

Ahora sí entiendo eso que dice el salmista de que Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta… porque la primera noche, después de cenar, un grupo de valientes, o en palabras mías “si vamos en plan borrego, todos en rebaño, no nos puede pasar nada malo”, tuvimos la “osadía” de aventurarnos, completamente solos y sin conocer la ciudad, a dar un paseo por la vieja Jerusalén intra muros y buscar el Muro de las Lamentaciones… La vieja Jerusalén es un conglomerado de casas, conventos e iglesias, amontonados unos sobre otros, sin orden ni concierto, piedra sobre piedra, en un laberinto de callejuelas donde cualquier recodo está aprovechado porque, efectivamente, la compactación del casco antiguo, no deja sitio para mucho más…

El Muro de las Lamentaciones me pareció, simplemente, impresionante, no tanto por sus dimensiones, que en la televisión todo parece siempre más grande, y en vivo me pareció más pequeño de lo que yo me imaginaba, sino por la oración de los judíos ortodoxos… ¡había quien de verdad lloraba y sollozaba!, aunque el ambiente general era festivo, ya que acababa de concluir la celebración del Shabat… nos hemos colocado una kippá de esas gratuitas que ofrece una fundación sionista a la entrada del muro, y hemos entrado en el recinto… y de repente, cuando me he visto en medio de todos los judíos ortodoxos rezando, rodeado de sus libros sagrados para la oración y el estudio es cuando, por fin, me he hecho consciente…

¡Esto no es un documental de NATIONAL GEOGRAPHIC…es de verdad, estoy en Jerusalén!