sábado, 6 de agosto de 2011

AIN KARÉN, LUGAR DEL SERVICIO

Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez,
y éste es ya el sexto mes de la que decían que era estéril,
porque no hay nada imposible para Dios.

(Lc 1, 36-37)


María se entera de que su prima Isabel, está embarazada, y como sabe que está mayor se decide ir a su casa para ayudarla con las tareas propias de una mujer de aquella época, que no eran pocas, para que no estuviese sola los últimos meses de su embarazo (Lucas 1, 39-45). Supo olvidarse de sí misma, que también estaba ya embarazada, y le faltó tiempo para acudir en ayuda de quién la necesitaba.  Solemos quejarnos cuando estamos enfermos, o solos, o deprimidos, de que el Señor la ha tomado con nosotros, que no merecemos su favor, que nos ha abandonado.... pero lo que más nos duele es la soledad con la que solemos enfrentar los malos momentos... El Señor no tiene la culpa de que seamos tan dejados, tan descastados, tan insensibles con las necesidades, la soledad o el sufrimiento de nuestros hermanos...

Una compañera de mi trabajo se ha quedado embarazada, ya tiene un niño, de nueve años y ha querido tener más hijos, aunque hasta ahora ha tenido ya dos abortos naturales espontáneos… después del temor inicial una sorpresa: ¡Está embarazada de gemelos! con lo que, dados los antecedentes, se incrementa aún mas su temor y su miedo…  Yo le prometí que en el lugar de la Visitación de la Virgen, en el lugar del abrazo de las dos primas, embarazadas ambas, oraría por ella y por los gemelos poniendo mis manos sobre el seno de ambas mujeres… como gesto, luego me he quedado un poco rezagado, ante el Sagrario de la Iglesia de la Casa de Isabel y he orado un ratito por esta misma intención, encendiendo dos velas con la misma intención…

De esta forma me he sentido, por un momento, como la Virgen, en camino por una necesidad de uno de mis hermanos y, de hecho, era una de las motivaciones que me movían a hacer este viaje, tantos kilómetros –al igual que María, que tuvo que recorrer, embarazada, sea a pie o en borriquillo la distancia de 150 kilómetros que hay entre Nazaret y Ain-Karem- para poner mi pobre camino, mi pobre oración, al servicio de otra embarazada…

Cualquier visita de la peregrinación que, por aquello de los cambios de última hora, se hubiese suspendido, me habría dado igual, pero esta visita a Ain Karem era para mí una necesidad y una exigencia.

Y está mal que lo diga yo, como andaluz que soy, pero no está mal que, de vez en cuando, bajemos a María del trono, despojarla de los oros y las platas, de los vestidos lujosos, de los oropeles y las parafernalias con que la adornamos, como hijos que la aman exageradamente, y nos quedemos con María, mujer, madre y esposa, atenta, delicada y servicial, llena del Espíritu Santo, y si áun así no eres capaz de verla, siéntate en un sillón y contempla a tu propia madre, mientras cose, lava, plancha, hace croché, guisa, ora o va a misa… contempla sus arrugas, su vejez, su corazón que no deja de latir, padecer y sentir por ti, y di para tus adentros:


Esta es mi madre, esta es mi María, porque nadie hay en la historia que viva más en el Espíritu, que suspire por los problemas de la vida, alzando los ojos inconscientemente al cielo, presentando al Señor una y otra vez a los suyos, aunque no lo manifieste, que una madre.